Una serie de
confesiones que comienza con la profesora Yuko, encarnada por Takako Matsu, o más bien poseída por el
más endiablado demonio. Una mujer que se presenta como la chica inocente que
acaba su trabajo en la escuela y
decide concluirlo ofreciendo un alegre discurso sobre la vida. Un motivador
discurso que acaba en el misma representación de un asesinato.
Un
impactante thriller de los pocos que
consiguen que se odie a cada uno de los personajes. Una entreversada historia
de venganza sobre venganza capaz
obtener una trama compleja y excitante. Capaz de tenerte en pose fetal en tu
sofá mientras sufres el terror de ser el próximo en desencadenar un acto tan
fríamente vengativo.
Su
fotografía y efectos especiales tan recargados (no abusivo) le confiere una
atmósfera pesada, barroca… consiguiendo trasportarnos a las aulas más tenebrosas de Japón. Los
personajes juegan en la selección anárquica y sin piedad por la vida humana, lo
que consigue que tras ese odio y ganas de estrangular a cada uno de los
miembros del reparto siempre quede un borroso haz de piedad.
En cuanto al
rodaje es fascinante ver cómo, de las pocas veces, la cantidad de actores
jóvenes en una película japonesa resulte tan creíble. El único que recalcaría
como erróneo es el abuso de grititos de niñas asustadizas que acaba por ser
cómico en la cultura occidental (probablemente en Oriente consigue asustar y
darle dramatismo). Otra cosa es la pobre creatividad de crear personajes, aun
así, todas impactan. Por todo lo demás un thriller capaz de inyectarse en la
memoria y las que merece reconocimiento.
Pedro García (Sin Pantalla)
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